A veces los jóvenes
podemos sentirnos un poco apartados de la jerarquía de la Iglesia.Nuestro
testimonio parece no ser escuchado ni nuestras preocupaciones oídas, pero sí ha
habido alguien que ha marcado un antes y un después para la juventud católica:
El Papa Juan Pablo II. Los jóvenes estuvieron siempre en su corazón. En sus
diversos viajes apostólicos no dejó de dedicarles un lugar especial a quienes
son el futuro de la Iglesia y de la sociedad. El día de la inauguración del
pontificado, el 22 de octubre de 1978, después de la conclusión de la liturgia,
dijo a los jóvenes en la plaza de San Pedro:
"Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y del mundo. Vosotros sois mi
esperanza".
En sus discursos les dirigió las más ardientes palabras para
invitarlos a una generosa respuesta a la llamada de Cristo. Y en 1985 el Santo
Padre dio impulso a las Jornadas
Mundiales de la Juventud, encuentros impresionantes realizados en
distintas ciudades del mundo que congregaron a millones de jóvenes que de
diversas partes del mundo acudían a encontrarse con el Papa y escuchar su voz,
su llamada a seguir de cerca a Jesús sin dejarse vencer por el miedo. Nunca les
ocultó las exigencias de la vida cristiana, al contrario, tal como lo hizo Jesús
con sus discípulos, les invitó a abrazarse a la cruz de Cristo sin miedo, con
la audacia de la fe. De allí que como signo les dejó una cruz, que los jóvenes
hacían peregrinar por todo el mundo, llevándola siempre a cada jornada mundial
de la juventud. El Papa sabía tocar las fibras más profundas de los jóvenes
corazones, conocía sus preocupaciones, y daba una respuesta auténtica y coherente
a sus inquietudes: «Queridos jóvenes –exclamaba en el 2003–, sólo Jesús conoce
vuestro corazón, vuestros deseos más profundos… Nadie fuera de Cristo podrá
daros la verdadera felicidad. Siguiendo el ejemplo de María, sabed decirle a
Cristo vuestro “sí” incondicional… la humanidad tiene necesidad imperiosa del
testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra
corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, Señor y
Salvador».
Sorprende aún hoy que las mayores concentraciones de jóvenes
producidas en Oriente y Occidente hayan tenido como protagonista al Papa
Wojtyla: en enero de 1995, en Manila, Filipinas, único país de mayoría católica
de Asia, 4 millones de jóvenes se reunieron con él, y en agosto del 2000 Roma
cobró vida y entusiasmo cuando la ciudad fue “invadida” por 2 millones y medio
de jóvenes. Por algo Juan Pablo II será recordado siempre como “el Papa de los
jóvenes”.
Débil y frágil, viendo ya cercana ya la hora de su muerte,
el Papa Juan Pablo II pronunció con suma dificultad sus últimas palabras, al
tener noticia de que muchísimos jóvenes se habían congregado en la Plaza San
Pedro para acompañar al “Papa amigo” en su tránsito a la casa del Padre:
“estamos contigo”. A ellos se refería cuando quienes lo escuchaban pudieron
reconstruir la siguiente frase, pronunciada difícilmente por el Papa: «Os he
buscado. Ahora vosotros habéis venido a verme. Y os doy las gracias».
Rocío Madrigal Mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario